Tercera Leyenda

Velas votivas en un rincon del animita - GDM
De vida ligera y rica en amores, conocido por todos quienes frecuentaban las casa de "huifas" de Puerto Montt, por aya en los albores de la segunda década de los años de 1900, era don Fructuoso Soto, natural del sector de Alto Bonito.



Sin duda alguna hombre de campo y trabajador de la tierra, el mentado Fructuoso, decidió ir a disfrutar de placeres mundanos, como era ya su costumbre, acompañado de una bien pagada dama.



La juerga no era menor, acompañada de buen vino, para capear el frío de las tormentosas noches Puertomontinas, acabado el dinero y saciada las ansias, con la copa de lo árboles al suelo, sale de la mentada casa y monta su caballo, para retornar al lejano hogar, en medio de la noche oscura que lo conduce por senderos sin retorno.



Subiendo por el camino llamado de Las Quemas, el enfiestado cristiano, que dormita la curadera sobre su caballo, es abordado por un par de hombres, que aprovechan las circunstancias para robarles sus pertenencias.



Fructuoso se defiende entre gritos y forcejeos, uno de los maleantes, saca de entre su manta un cuchillo, con el cual da certeras estocadas a la infeliz victima, que queda abandonado a su suerte en medio del camino, horas más tardes es encontrado agonizante por algunos vecinos del sector.



Mediado el socorro, y dichas las oraciones, entrega su alma, aferrándose a la medalla de la Madre del Redentor que pende de su cuello, único objeto valioso, respetado por los maleantes.



No pasaría mucho tiempo, antes de que piadosas manos erigieran morada para su alma inquieta en el lugar del delito. Al obrar milagros y cumplir mandas, quienes a él se encomiendan, le agradecen levantando nuevas casas.